sábado, 12 de noviembre de 2011


A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial de sí mismo. Nunca se les ocurre preguntar "¿Que tono tiene su voz?, ¿Qué juegos prefiere?, ¿Le gusta coleccionar mariposas?", pero en cambio preguntan "¿Qué edad tiene?, ¿Cuantos hermanos?, ¿Cuanto pesa?, ¿Cuanto gana su padre?". Solamente con esos detalles creen conocerle. Si les decimos a las personas mayores "He visto una casa preciosa de ladrillo rosa, con geranios en las ventanas y palomas en el tejado" jamás llegarán a imaginarse cómo es esa casa. Es preciso decirles: "He visto una casa que vale cien mil pesos" Entonces exclaman entusiasmados: "¡Oh, que preciosa es!".
De tal manera, si les decimos: "La prueba de que el principito ha existido está en que era un muchcachito encantador, que reía y quería tener un cordero, querer un cordero es una prueba de que existe". Las personas mayores se encogerán de hombros y nos dirán que sólo somos unos niños. Pero si les decimos "El planeta de donde venía el principito era el asteroide B 612" quedarán convencidos y no se preocuparán de hacer más preguntas. Son así. No hay porqué guardarles rencor. Los niños deben ser muy indulgentes con los mayores.
                                           
Pero nosotros, que sabemos comprender la vida, nos burlamos tranquilamente de los números.

El principito - Antoine de Saint-Exupéry


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